DON ÁLVARO O LA FUERZA DEL SINO


D.Alvaro o la fuerza del sino

El duque de Rivas vivió en uno de los periodos más complejos y cambiantes de nuestra historia: el primer tercio del siglo XIX, una época de cambios profundos en las estructuras sociales en toda Europa. Un siglo marcado por las revoluciones que supuso la disolución del Antiguo Régimen.
España no estuvo al margen de las transformaciones, y la invasión napoleónica resultó un magnífico caldo de cultivo para la expansión de la ideología liberal en España.  El nuevo movimiento político produjo cambios sociales importantes y su máximo logro con la Constitución de 1812, de cuyas Cortes formó parte Ángel de Saavedra, que alternaba sus obligaciones militares con sus pasiones artísticas y políticas.
La literatura no estuvo al margen de los cambios que se estaban produciendo y muchos escritores fueron agentes activos en la vida política.
La inestable situación política trajo consigo el exilio al que se vieron forzados los liberales y los afrancesados que se habían opuesto a la monarquía absoluta. La primera oleada se produjo tras el término de la guerra de la Independencia, y la segunda durante la llamada década ominosa ( 1824-34), que constituye el período final del reinado de Fernando VII. El duque de Rivas fue de los que se exiliaron en esta época. Esta emigración tuvo una importancia fundamental para la evolución cultural en España porque les permitió entrar en contacto con las nuevas corrientes literarias y filosóficas, permitiéndoles, a su regreso, contribuir de forma decisiva a la difusión en España del romanticismo, movimiento que reaccionaba contra los principios del neoclasicismo y que supuso el descubrimiento de la propia individualidad. A la universalidad de la razón le oponen la libertad creadora, individual. Su principio básico era, pues, la libertad. Sin embargo, encontramos también un romanticismo reaccionario y autores, como el duque de Rivas, que evolucionan desde posturas juveniles radicalmente liberales hacia una posición moderada o francamente conservadora.
Entre los temas preferidos se encuentra la historia. Los románticos pensaban que cada momento de la historia poseía un valor en sí mismo. Se interesaron, sobre todo, por la Edad Media, época misteriosa y desconocida. Otro de los temas favoritos fue el amor, apasionado, ciego, sin control, que suele acabar en tragedia. La concepción de la vida es pesimista y de desengaño, así, tanto en la vida real como en la literatura, abundan los suicidios. Recordemos el ejemplo de Larra o en la ficción el de don Álvaro, así como el fenómeno social que provocó el suicidio del protagonista de la novela de Goethe Las penas del joven Werther. A los románticos no les gusta el mundo tal como es, quieren romper los límites que les aprisionan y por eso se convierten en rebeldes. Es frecuente, por ello, encontrar la figura del demonio, en obras como El estudiante de Salamanca, de Espronceda, o el propio don Álvaro en la escena final de la obra donde exclama: yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador.  La muerte es vista como una liberación. La religión se aborda como institución social, y entonces es frecuente encontrar notas de anticlericalismo,  y como sentimiento individual, como expresión de una fe pura y verdadera. También encontramos temas sociales, a veces con un tratamiento crítico, con la denuncia de las injusticias sociales. Este aspecto lo observamos también en don Álvaro: uno de los motivos del conflicto dramático es el origen desconocido del protagonista, que provoca la negativa del padre de Leonor a que se celebre la boda.
En cuanto a las técnicas más frecuentes, destacamos la representación de la Naturaleza. El paisaje en correspondencia con el estado de ánimo de los personajes y la preferencia por paisajes sombríos, agrestes y misteriosos.
Los personajes son muchas veces tipos. El personaje masculino es apasionado, valiente, noble y enamorado. Su reverso negativo es el malvado, cruel frío y vengativo. La mujer apasionada, pero dependiente y desvalida. No  obstante, algunos personajes, como don Juan Tenorio, don Félix de Montemar o el  propio don Álvaro poseen una riqueza de matices que los convierten en creaciones individualizadas.

El duque de Rivas pertenecía a una familia aristocrática y tuvo una esmerada educación. Tras estar a punto de perder la vida durante la invasión napoleónica de 1808, vivió en Cádiz el ambiente más radical del liberalismo. Tras el regreso del rey se ve forzado al exilio. Tras una breve estancia en Londres, y ya casado, vive en la isla de Malta una vida tranquila dedicada a componer obras teatrales. Más tarde se traslada a Francia, donde escribe la primera versión en prosa de Don Álvaro.
Tras la muerte de Fernando VII regresa a España y participa activamente en la vida cultural y política. Fue después embajador en Nápoles. Tuvo una rápida incursión en la política, llegando a ser presidente del gobierno durante unas horas, y cuyo mandato finalizó con la llegada al poder de Espartero. Sería después embajador en Francia. Fue director de la Real Academia y presidente del Consejo de Estado. Murió en 1865.
Su primera gran obra El moro expósito, publicada en París, es la largo poema narrativo que supuso la aceptación por su parte de un romanticismo pleno, tras una primera etapa caracterizada por el respeto a las reglas neoclásicas. Su producción alcanza su cima con don Álvaro.
La idea de su escritura le vino durante su exilio en Francia. La primera composición fue en prosa y más tarde, ya en España, en 1834, recompone la obra tal y como la conocemos. Se estrenó en Madrid en 1835, en el teatro del Príncipe. Su estreno fue polémico. El éxito de público fue rotundo. En cambio la crítica estaba dividida en dos bandos: quienes la defendían como muestra de la nueva literatura, y los que la atacaban por considerarla un arte degradado, que eran en realidad, los defensores del Neoclasicismo.
Evidentemente, la obra supuso una ruptura con los esquemas tradicionales del teatro neoclásico. Algunos de los elementos nuevos son los siguientes:
·        Mezcla de personajes y de lugares. Aparecen variedad de grupos sociales: militares, nobles, pueblo llano, y de lugares: la primera jornada trascurre en Sevilla; la segunda en  Hornachuelos, la tercera y la cuarta en Italia y la quinta otra vez en Hornachuelos. Se atentaba así contra los principios del teatro anterior: contra el decoro( en una tragedia solo pueden aparecer personajes elevados) y contra la regla de la unidad de lugar.
·        Saltos en el tiempo, rompiendo la regla de la unidad de tiempo. La obra se desarrolla a lo largo de 7 años
·        Protagonista de carácter complejo. El protagonista posee muchas facetas, desde heroicas a diabólicas.
·        Variedad formal. Es un estilo en el que se mezcla lo trágico con lo cómico, lo serio con lo banal, y también la prosa con el verso.

La obra se organiza en torno a la búsqueda por parte del protagonista, de su propia muerte. Las ocasiones en las que escapa de la muerte son incontables, hasta que la encuentra al final en forma de muerte voluntaria. Esto ha dado lugar a dos interpretaciones distintas del sentido final de la obra: ¿ha triunfado  el destino o más bien es don Álvaro quien, en un grito de rebeldía y de libertad, burla al destino decidiendo él mismo cuando debe morir? Esta última interpretación se relaciona con una de las grandes obsesiones del romanticismo: el diabolismo. La conversión de héroes en el Diablo se justifica porque el demonio sería el personaje mítico que representa el inconformismo más absoluto.
La obra es, además, un drama social. Se produce un enfrentamiento ente la visión conservadora de la sociedad del Antiguo Régimen, donde el padre decide con quién se casa su hija ( por supuesto, debe pertenecer a la misma clase social), y una visión más liberal, en la que cada uno es hijo de sus obras.
La negativa del marqués a casar a su hija con don Álvaro, basada en el origen desconocido de éste, produce la ironía final, cuando se descubre el origen noble del protagonista, y que, de haberse conocido, hubiera evitado la tragedia, ya que el marqués no se hubiera opuesto al matrimonio.
La venganza marca el móvil de los hermanos de Leonor. Ambos son defensores del Antiguo Régimen, anteponiendo el honor de la sangre,  en contraposición a don Álvaro, figura que encarna los cambios sociales .