Pío Baroja (San Sebastián, 1872- Madrid, 1956)
“La busca” es la primera de las novelas que forman la trilogía “La lucha por la vida” (“Mala hierba” y Aurora roja” son las otras dos).
Y que la trilogía debía tener muchos personajes es algo que Baroja debió tener claro antes de comenzar, como se desprende de estas palabras del prólogo aparecido en “El Globo”:”Los tipos que no tenga los inventaré. Los procedimientos son fáciles; por ejemplo reúno el mal humor de uno con la avaricia del otro y la cazurrería del de más allá y hago un tipo(…). Veo un señor glotón, gordo y bastante bruto, pues de ese señor hago tres señores, uno glotón, otro gordo, y otro bastante bruto” Además, Baroja mostró siempre una gran afición a la pintura de tipos singulares y éstos con sus vidas sombrías constituyen el fondo donde transcurren los años de adolescencia y juventud de Manuel Alcázar, desde su llegada a Madrid, hacia 1888, hasta 1902, cuando es dueño de una imprenta y acaba de casarse con la Salvadora.
Este es su argumento:
Su madre lo coloca de aprendiz en el taller de zapatería de un pariente, el señor Ignacio. Allí conoce a sus primos, Leandro y Vidal, haciéndose amigo de Vidal. Vidal le lleva con él en sus correrías por los suburbios, donde se relaciona con golfos como el “Bizco”. Después Manuel sirve de guía a Roberto Hasting, interesado en encontrar a una mendiga. Esta búsqueda les lleva a visitar diversos lugares de los barrios miserables y a conocer a don Alonso, el “Titiri”, curioso personaje, aficionado a contar historias increíbles, basadas en sus viajes como artista de circo. Al mismo tiempo es testigo de los amores desgraciados de su primo Leandro, que está enamorado de
La tragedia causa al señor Ignacio una profunda depresión, y abandona su trabajo en la zapatería. Manuel tiene que irse de la casa y se coloca de aprendiz en una tienda de pan y verduras, conviviendo con el dueño, el tío “Patas” y su familia. Está con ellos poco tiempo, porque no quiere pagarle el jornal. Su madre lo lleva a una tahona, donde trabaja duramente a las órdenes de Karl, un alemán aficionado a las novelas sentimentales. Cae enfermo y se aloja en la pensión. Una vez repuesto, intenta seducir a la sobrina de la patrona, pero es sorprendido y despedido. Empieza a vagabundear y encuentra a Vidal y al “Bizco”. Los tres deciden formar una sociedad para dedicarse a la golfería. La madre de Manuel enferma y muere en la pensión asistida por su hijo. A partir de ahí se lanza a la vida de vagabundo, entrando en contacto con otros golfos de la periferia. Un día encuentra a Roberto, que le explica que está intentando probar un parentesco que le daría derecho a heredar una inmensa fortuna. Manuel le escucha asombrado, pero no le cree. Siguiendo con su vida de golfo, intenta robar en una casa abandonada con Vidal y el “Bizco”. Un día lo encuentra el señor Custodio, un trapero que le propone que trabaje para él. Manuel acepta y va a vivir a la chabola del trapero. Pronto se adapta a la vida ordenada del señor Custodio y se enamora de su hija
Estructura :
“La busca” está dividida en tres partes, que corresponden con tres fases de la vida de Manuel. La primera parte está formada por cuatro capítulos en los que se narra la llegada de Manuel a Madrid y su vida en la fonda de doña Casiana. La segunda parte se centra en la zapatería y en la vivienda del señor Ignacio y consta de 9 capítulos. Manuel se introduce en los barrios bajos donde vive el subproletariado y conoce el mundo del hampa. La tercera parte relata el viaje de Manuel al mundo de la vida maleante y al trabajo humilde del suburbio. Consta de 8 capítulos y en ellos se cuentan las aventuras de Manuel desde la muerte de su madre hasta concluir en las calderas del asfalto en
“La busca” es una novela abierta y su final deja suspenso el relato de la vida del protagonista que continuará en “Mala hierba” y “Aurora roja”. Carece de desenlace. Baroja pretende narrar los años de aprendizaje -la adolescencia- de Manuel Alcázar sin demostrar ninguna tesis. Se limita a ofrecer a los lectores una pintura de los ambientes por donde transita el personaje central y los hombres y mujeres con los que se relaciona y convive, hasta llegar al final, que se produce sin que hayan concluido ni el aprendizaje, ni su peripecia personal. Manuel aparece como un adolescente sin conciencia precisa de lo que quiere, que vive dejándose llevar por la madre o por sus amigos. Al final de “La busca” queda indeciso, examinando dos posibles salidas: la de los noctámbulos y la de los trabajadores, y piensa que deberá integrarse en el mundo del trabajo honrado, pero sin una decisión rotunda.
Las tres partes de la novela están divididas en capítulos numerados en romanos y encabezados por un sumario que nos informa de su contenido. Veamos el ejemplo del capítulo II: “La casa de doña Casiana. Una ceremonia matinal,.Complot. En donde se discurre acerca del valor alimenticio de los huesos.
Otro rasgo interesante de la estructura es la intervención del autor en la obra, adoptando una postura irónica. El autor se pregunta sobre cuál de los tres relojes marcaría la hora verdadera de la acción y después ya entra de lleno en el relato (I, 1, 14). Y en el párrafo que empieza: “El madrileño que (…) se encuentra en los barrios pobres (…) hállase sorprendido ante el espectáculo de miseria y sordidez, de tristeza e incultura que ofrece las afueras de Madrid. En este y otros párrafos (...) tenía ya alguna esperanza (…) llegar algún día a
Espacio:
Dentro de estos espacios tenemos los interiores como las viviendas y calles oscuras, sucias y estrechas, que producen una sensación de asfixia y náusea. La fonda de doña Casiana permanece siempre a oscuras y está peor iluminada de día que de noche. El Corralón del tío Rilo tiene un patio siempre sucio y lleno de trastos inservibles. La tienda del tío Patas, la tahona, la taberna de
En contraste con estos espacios interiores tenemos las descripciones de paisajes abiertos en los que la luz brilla, aunque, a veces, se siente acosado por el frío, el hambre y la soledad. En general estos paisajes son visiones de Madrid desde la lejanía de las afueras, y en una perspectiva que va de abajo a arriba: “Se veía Madrid envuelto en una nube de polvo, con sus casas amarillentas. Las altas vidrieras relucían a la luz del sol poniente”(II, 1, 56). Visto desde la lejanía Madrid aparece, otras veces, como algo deseable y atractivo. Desde una taberna del extrarradio Madrid contempla Madrid en alto: “ A la luz roja del sol poniente ve brillar las ventanas con resplandor de brasa” (III, 1, 130). Esas ventanas centelleando al sol sugieren interiores acogedores, comida abundante y seguridad. Pero Manuel las contempla desde la lejanía y está solo. Otras veces la mirada es desde arriba, desde Madrid y se ven los barrios de las afueras: “quedó en el viaducto mirando desde arriba a la gente que pasaba por la calle Segovia(…) la carretera de Extremadura trazaba una línea quebrada(…) Aquel sereno, aquel triste paisaje (…) con su hosquedad torva y fría le llegaba a Manuel al alma”(II,9,113).
Sin embargo cuando le acoge el señor Custodio, Manuel se siente a gusto en la hondonada, en un medio que parecía propio para él: “Aquella tierra formada por el aluvión diario de los vertederos (…) le parecía a Manuel un lugar a propósito para él, residuo también desechado de la vida urbana”(III, 6, 169). El protagonista proyecta sus estados de ánimo y sus impresiones personales en el paisaje, que se convierte, así, en un retrato social.
El tiempo:
Baroja manipula el “tempo” o ritmo narrativo de la novela. En la primera parte se relatan dos meses largos de la vida de Manuel, mientras que en la segunda parte se condensa algo más de un año y medio y en la tercera algo más de dos años. En la fonda de doña Casiana, donde acumulan muchos sucesos, el tiempo transcurre lento. Pero en la tienda del tío Patas, donde a Manuel no le sucede nada nuevo, el autor resuelve el episodio en dos páginas.
Baroja no pretende aburrir al lector por eso condensa ciertos periodos largos de la vida del protagonista y la complementa con historias de otros personajes para evitar la monotonía. Cumplen esta función los episodios del “Titiri”, la descripción de las habilidades de los Aristas o el relato de la vida de los Piratas. Otras veces el ir y venir de Manuel por distintos lugares mantiene el ritmo del relato y rompe la rutina de la acción.
Los personajes:
El nombre de algunos personajes puede tener connotaciones simbólicas, como Manuel, que en hebreo, “Emmanuel”, significa “Dios con nosotros”, el cual actúa de testigo y partícipe del mundo que va a recorrer. También el señor Custodio, remite a la figura del ángel de la guarda, ya que el señor Custodio rescata Manuel del mal y lo protege en un momento de incertidumbre.
Dentro de los personajes individuales tenemos a Manuel Alcázar, protagonista y testigo de “La busca”. De Manuel dice su madre, el maestro y sus tíos que es revoltoso y díscolo, indolente y holgazán. Manuel es un ser apático que se deja llevar por las circunstancias. Pero otras cualidades le permitirán integrarse en el orden social, como la capacidad de adaptación, el sentido de la justicia y el horror a la violencia. Manuel tiende al bien y al orden. Manuel es un personaje noventayochista, lleno de frustraciones, falto de energía vital, que comienza su aprendizaje de la vida dando tumbos. Se incorpora una y otra vez al mundo del trabajo, pero fracasa y por necesidad se ve forzado a entrar en el mundo del hampa. Al terminar este aprendizaje ha hecho dos conquistas: las busca de sí mismo y una toma de postura ante el mundo: “dejar la vida de pícaro y ser de los que trabajan al sol, no de los que buscan el placer en la sombra (III,8, 190). Hasta que toma esta decisión ha luchado por sobrevivir. Conoce a varios amos, aprende oficios y convive con el hambre y la maldad. En una progresiva degradación social y moral conoce la realidad del mundo y actúa como testigo poniendo al descubierto las lacras morales y sociales de un mundo en apariencia honrado y justo.
Los amos de Manuel: El señor Ignacio es un zapatero, seco y enjuto, con poca salud. Es bondadoso e irónico. Su posición política es la de liberal y contrario al clero. La muerte de su hijo Leandro le hace enfermar y dejar la zapatería. Trata bien a Manuel y se siente protegido. A partir de aquí comienza el proceso de degradación.
El tío Patas, propietario de un puesto de verduras, es un gallego explotador y avaro, que no pagaba a Manuel y le hacía vivir en medio de la oscuridad y el olor a berza podrida. La impresión de encierro que siente, le hace añorar la libertad de los paseos diarios con su primo Vidal. El tío Patas responde al modelo de amo avaro de la novela picaresca. Otro rasgo peculiar es el de su animalización. Baroja lo compara con un buey (“un gallego pesado como un buey”) y sus piernas pasan a ser patas.
Karl Schneider, el hornero alemán, tercer amo de Manuel, es un joven de 24 años, huido de su país para no hacer el servicio militar. Karl es un romántico, tiene buena salud y es disciplinado. Protege a Manuel. Karl representa en la novela la fuga de un mundo sórdido y alienante a través de la ensoñación y el idealismo.
El señor Custodio, trapero de profesión y último amo de Manuel, es un hombre viejo, serio y bondadoso, muy trabajador, constante y buen negociante. Tiene rectitud moral, ama a sus dos hijos y cuida a Manuel como a un hijo. El señor Custodio desempeña en la novela un papel fundamental; y de la misma forma que recoge, ordena y recupera las basuras, también recoge a Manuel, lo recupera para el orden social, la moral y la vida del trabajo, salvándolo de la alienación y el desorden que impera en la vida del hampa. El ejemplo de su conducta, despierta en el muchacho el deseo de integrarse en ese mundo ordenado que le resulta confortable y decide romper con su vida de golfo.
El primo Vidal mantiene una relación muy estrecha con Manuel. Es un chiquillo menudo y muy despierto. Poco amante del trabajo, le gusta callejear por las afueras, sueña con llevar una buena vida y le gusta hablar de mujeres y de dinero. Vidal termina entregándose a la vida de randa y se dedica a robar y a vivir de las mujeres. Su deseo es habitar en la ciudad y vivir al amparo de una golfa que gane un buen dinero: “Hay que dejar las afueras y meterse en el centro -decía Vidal” (III, 5,160). Vidal es el tipo acabado de golfo y se lanza a la vida fácil con entusiasmo: “Es lo que tú debes hacer-dijo Vidal. Venirte con nosotros. ¡Si esta es un a vida de chipendi!” (III, 1, 128).
Leandro, hermano de Vidal, es un mozo robusto, de genio brusco e irascible, que lleva mala vida. Su brutalidad natural entorpece sus relaciones amorosas y fracasa con
Los Rebolledo, padre e hijo viven en la corrala y Manuel admira en ellos el talento y la maña. El padre es barbero e inventor, contrahecho y enano, pero con cara inteligente. El hijo Perico, es alto y delgado y aficionado al dibujo.
Los Aristas, amigos de los Rebolledo y de Manuel, también viven en la corrala, el mayor el “Aristón”, es un joven zanquilargo y tartamudo y le gusta todo lo relacionado con la muerte. El pequeño era aficionado a hacer cabriolas y ejercicios gimnásticos. Ambos trabajaban en la fundición. Con los Aristas y los Rebolledo, Baroja nos presenta a unos personajes que queman inútilmente su energía, que bien encauzada, podía dar sus frutos. Para Manuel representan un mundo ordenado y un potencial de energía positivo. No son delincuentes.
Roberto Hasting, estudiante rubio, de ojos de acero, es razonador y dogmático. Opina que el hombre debe ser ambicioso y preocuparse del porvenir. A través de él Baroja expone la ideología del superhombre nietszcheano. Es el portavoz de Baroja y tutor ideológico de Manuel. Es el único huésped de doña Casiana que defiende a Manuel, cuando se pelea con el comisionista y, además trata de inculcarle sus valores: “Si quieres hacer algo en la vida, no creas en la palabra imposible. Nada hay imposible para una voluntad enérgica.” (II, 3, 70). Roberto Hasting consigue la herencia, que no cree Manuel, porque emplea toda su energía en seguir pequeñas pistas sin desanimarse.
El Titiri es un hombre flaco, de aspecto cómico, una mezcla de humildad y jactancia. Viejo titiritero, se llama Alonso Guzmán Calderón y Téllez. Baroja ironiza contrastando el pomposo nombre y sus resonancias literarias con su modesta situación y su afición a contar novelas de aventuras.
El “Bizco” es el representante de los golfos más marginados y antisociales. Sus instintos agresivos le empujan hacia la delincuencia. La descripción que hace Baroja es por completo negativa: “Era un bruto, una alimaña, digna de exterminio (…) su cráneo estrecho, su mandíbula fuerte, su morro, su mirada torva, le daban aspecto de brutalidad y animalidad repelentes” (III, 4, 72 y 73). Manuel desde el principio siente repulsión al Bizco. Su presencia le causa desazón. Baroja, en la” sociedad de los tres”, nos muestra tres grados de marginación social, tres tipos de golfo: el Bizco lo es por instinto; Vidal porque aspira a una vida fácil, Manuel por falta de voluntad para seguir las ideas morales. Su conciencia y su sensibilidad serán las fuerzas que le permitirán salvarse.
La mujeres, Leandra, esposa del señor Ignacio, es una mujer descuidada y malhumorada siempre. Su hermana ,Salomé, tiene unos hermosos ojos y un aire decidido y alegre. Es muy laboriosa y trabaja de costurera . Tiene buen carácter, pero vive amancebada con un chulo y tiene dos hijos.
La mujer del señor Custodio es ordenada y pulcra, sabe crear a su alrededor un clima de bienestar. Ella y Salomé son las dos únicas mujeres felices en este mundo desesperado.
La Milagros es una muchacha esbelta y ambiciosa. Le gustan los chulos. Juega con Leandro del que , en el fondo, está enamorada, sin prever las consecuencias de su actos. Ella y
Hay también en la novela adolescentes que se dedican a la prostitución,
También hay personajes colectivos como las damas de
A los gitanos se les pinta como vagos y aficionados al baile y a la vida nómada. Hay además chulos, busconas y celestinas, trasnochadores y obreros que van al amanecer al trabajo.
En cuanto al estilo, Baroja halla en “La busca” un estilo propio y original, después de algunas tentativas en sus novelas anteriores y lo mantendrá en lo esencial en su producción posterior. Pero no se trata de un hallazgo casual, sino del resultado de un esfuerzo consciente. En un artículo de 1903 decía:”Para mí lo primero (…) es que el escritor escriba con espontaneidad, con personalidad (…)El escritor debe echar mano de todo, de neologismos, giros extranjeros. Este será el escritor moderno, y si sabe emplear los recursos bien tendrá estilo, será escritor y artista” (OC. VIII,847).
El estilo de “La busca” se basa en las frases y párrafos cortos y en las construcciones coordinadas, que en la época se consideraban novedosos y hasta poco elegantes. Predomina un estilo sobrio y conciso con algunas concesiones a la ironía como sucede con el pasaje de los tres relojes con que se inicia la novela (I, 1,13). También muestra un estilo irónico en un párrafo en el que parodia el estilo folletinesco, lleno de retórica, pero renuncia a él: “ y sigo con mi cuento en un lenguaje más chabacano” (II, 1,45)
Las descripciones son abundantes. Sin romper el ritmo de la narración introducen enumeraciones de detalles de los personajes, ambientes o paisajes. Baroja describe el aspecto físico y el carácter de los personajes. Concede mucha importancia a la expresión del rostro. La degradación física y moral de los marginados puede leerse en sus rostros:”¡Qué pocas caras humanas hay entre los hombres! En estos miserables no se lee más que la suspicacia (…), la mala intención” (II,3,66).
En “La busca” hay numerosos retratos donde los personajes se animalizan. “La cara del Bizco producía el interés de un bicharraco extraño (…), la frente estrecha, la nariz roma (…) le daban el aspecto de un mandril grande y rubio” (II,1,54). A veces la descripción de los personajes adquiere tintes tremendistas, así describe a las viejas que iban a la doctrina:”viejezuelas esqueléticas, de boca hundida y nariz de ave rapaz; mendigas vergonzantes con barba verrugosa” (II,3,65).
Baroja contempla los ambientes y los habitantes de los suburbios con mirada desolada, pero nunca lo hace desde una perspectiva de exaltación de los marginados como rebeldes opuestos a las normas de la sociedad.
En los diálogos de los personajes de los suburbios predomina el lenguaje de los marginados, llenos de voces malsonantes y jergales. También reproduce las peculiaridades fonéticas del habla madrileña: honrá, toos, menuo. Aparecen, también, con profusión vocablos del caló y de los marginados como najarse, jamar, manró, jinda, apandar etc.
Los personajes hablan según su condición social. Manuel utiliza un lenguaje de nivel medio, ni culto ni vulgar y ello hace que el habla de Manuel se distinga de la de los golfos, mucho más vulgar. Roberto Hasting es quien maneja un registro lingüístico más culto. El “Titiri también tiene su habla peculiar, con expresiones retóricas y populares, con palabras inglesas y francesas pronunciadas a su manera: torre Infiel, jai laif, Niu Yoc.
Significación:
El mundo burgués, vulgar y decadente, queda reflejado en la referencia a las damas (las marquesas) de
“La busca”, pues, se inspira en la vida real para narrar la historia de los desheredados con enorme fuerza expresiva. La obra posee unidad temática y estructural. La obra tuvo buena acogida por el público. Se valoró en ella la muestra de una realidad distinta de la visión casticista que ofrecían el sainete y la zarzuela. Fue bien acogida por todos los sectores sociales, porque daba un testimonio veraz del modo de vida de los más humildes en un relato realista, pero con el firme propósito de que las miserias cotidianas de los humildes llegasen a ser conocidas por todos.
La trilogía, “La lucha por la vida”, supuso para Baroja el ser aceptado en los ambientes literarios. Influyó en la novela de Blasco Ibáñez, “La horda”. También influyó en algunos escritos del pintor José Gutiérrez Solana y en los primeros libros de tema madrileño del gran madrileñista RAMÓN (Gómez de
Asimismo barojiana es “Tiempo de silencio” de Luis Martín Santos, con tantas concomitancias con “La busca”: protagonista itinerante y recorrido por el mundo de las chabolas. Y también encontramos ecos barojianos en “La verdad sobre el caso Savolta” de Eduardo Mendoza, gran admirador de Baroja.
En la actualidad “La busca” se sigue leyendo, tanto en el ámbito académico como por el público lector, prueba de ello son las ediciones que hay en el mercado.
BIBLIOGRAFÍA:
. Alarcos Llorach, Emilio. “Anatomía de La lucha por la vida . Editorial Castalia. Madrid, 1982
. Puertas, Soledad. “El Madrid de La lucha por la vida . Edit. Turner. Madrid, 1974
. Flores Arroyuelo, Francisco. La lucha por la vida desde dentro. Edit Nogués. Murcia, 1962
. Blanco Aguinaga, Carlos. “Juventud del
. Shaw Donald. “
. Baroja, Pío. “La busca” (Edición de Juan Estruch Tobella). Edit