El sí de las niñas
Leandro Fernández de Moratín, hijo del famoso poeta neoclásico Nicolás, no tuvo una educación universitaria, pero sí vivió largas temporadas en Francia, Inglaterra e Italia, lo que le proporcionó una formación cosmopolita y un amplio conocimiento del teatro europeo de su época. En 1786 dio a conocer su primera comedia El viejo y la niña, que se estrenaría en 1790.
Muy vinculado desde joven a la corte, consigue la protección de Godoy, lo que le permite estrenar su primera obra y escribir su segunda La comedia nueva, estrenada en 1792.
Tras los rumores de caída de Godoy, Leandro viaja a París, y posteriormente, ante los excesos de terror revolucionario, se traslada a Londres, y más tarde vivirá durante varios años en Italia. Posteriormente, su amigo Godoy le ofrece un puesto en la corte: Secretario de
Con la llegada de las tropas napoleónicas en 1808, Moratín aceptó la nueva dinastía, que para él representaba
Tras la derrota francesa en Arapiles, debe abandonar Madrid. Vive durante un tiempo en Barcelona y después en París. Regresará a Barcelona en 1820, tras abolirse el tribunal inquisitorial. Muere en 1828.
En el ámbito teatral, la minoría ilustrada había intentado una reforma que chocaba con los gustos de la época, de tradición barroca. Era una reforma que buscaba la naturalidad en todos los aspectos de la representación. Pero las preferencias del público se inclinaban hacia un tipo de teatro espectacular, de compleja puesta en escena. Destacaban la comedia de magia, que hereda del teatro del siglo anterior ( especialmente de Calderón). En el escenario se representan prodigios, batallas, transformaciones inverosímiles. Otro tipo de comedia es la militar, con personajes socialmente elevados, en las que se representan batallas, conspiraciones, ejecuciones, etc, a un ritmo vertiginoso.
A comienzos del siglo XIX adquiere auge la comedia lacrimosa, que triunfa en España con El delincuente honrado de Jovellanos. Planteaban el problema del matrimonio contrariado por la desigualdad social entre los novios. También destacó el género del sainete, cuyo máximo representante fue Ramón de
Frente a este tipo de teatro, los neoclásicos perseguían un fin didáctico, consideraban el teatro como una escuela de buenas costumbres y buscaban la verosimilitud y la propiedad del lenguaje. Siguen esta nueva línea obras como La petimetra, de N.Fdez de Moratín o El señorito mimado, de Tomás de Iriarte, pero, sin lugar a dudas, la gran figura de la nueva estética es Leandro Fernández de Moratín., que inaugura, con El sí de las niñas, el teatro moderno español.
Para Moratín, la comedia es una relato de las costumbres, vicios y defectos de las clases medias, es la representación de actitudes condenables, que se muestran como ejemplo a corregir y de comportamientos virtuosos que se convierten en modelo de conducta. Es partidario, además, de la comedia de caracteres, frente a la de enredo, pero caracteres que no son personificaciones de conceptos universales, sino concretos y reconocibles, como representativos de una clase social y de un momento histórico. En cuanto al diálogo, su propósito es enriquecer, sin exageración, el diálogo común, variándolo de acuerdo a los personajes. Defiende las tres unidades. En su poética tiene un papel relevante la representación. De ahí que se interese por elegir actores no demasiado conocidos, que el reparto sea adecuado a los personajes, y estableciendo pautas de sencillez y naturalidad frente a los habituales excesos.
Respecto a las influencias de la obra, la más clara es una comedia de Marivaux L’ecole des méres. Algunas hipótesis apuntaban que la comedia reflejaría el amor de Leandro hacia la joven Francisca Muñoz, aunque posteriormente esta tesis fue rechazada.
El espacio de la comedia es un único escenario: una sala de paso en el primer piso de una posada a la que dan cuatro paredes de habitaciones y las escaleras que conducen al bajo. Es un lugar de paso que favorece el diálogo y la acción.
El tiempo dramático se extiende desde el atardecer hasta el alba. El trascurso temporal adquiere una dimensión significativa, con el valor simbólico de la luz. La oscuridad que se presenta con el anochecer coincide con la desolación de los jóvenes, la llegada del amanecer marcará los pasos de D.Diego para restablecer la racionalidad y la felicidad de los protagonistas.
Las indicaciones para el decorado son las imprescindibles para recrear con verosimilitud el ambiente de una posada. El vestuario corresponde al que llevarían en la realidad. El atrezzo es muy reducido.
El tema de la comedia es el de la imposición paterna en el matrimonio, frente a lo natural y lo racional: el amor entre los jóvenes. Moratín, por medio del personaje de D.Diego, y en contraste con doña Irene, defiende la tesis de que la autoridad debe ejercerse de una manera no despótica, tamizada por la razón.
Estrechamente relacionado aparece el tema de la educación. En la comedia se ofrecen dos modelos bien distintos, representados en la educación recibida por don Carlos y doña Paquita. Don Carlos es capaz de sacrificar su amor en aras del deber. El resultado de la educación recibida por doña Paquita es la disimulación, y pasa por ignorar aspectos básicos de la vida ( algo tan esencial como el amor), tiene que realizarse a hurtadillas, y va unida a la violencia.
La acción, que es única, se resume en el proyectado matrimonio de una joven de 16 años con un acaudalad burgués de 59. Enlace al que la joven se ve abocada aunque está enamorada de un joven militar, que es además, sobrino de su prometido. Solo la cordura y sensatez de este último, y su sacrificio, podrá resolver lo que se encaminaba a la ruptura de un orden racional y natural.
Frente al abigarrado desfile de personajes de las comedias populares de la época, Moratín presenta únicamente 7 personajes. La claridad que pretende la comedia neoclásica rechaza también la acumulación de personajes en escena. En esta obra solo se reúnen en el escenario un máximo de 5 en la escena final.
Salvo los criados, todos pertenecen a las clases medias. El conflicto se centra en 3 de ellos. La madre de la joven, doña Irene, queda en segundo plano, y es el contrapunto cómico que realza la figura de don Diego. Se caracteriza por su verborrea insustancial y egocéntrica. A través de ella se satiraza la beatería y santurronería. El egoísmo preside la relación con su hija.
Los criados: Rita, Calamocha y Simón, encarnan buena parte de la comicidad de la obra, aunque muy lejos del papel relevante que desempeñan en el teatro barroco.
Don Diego es el personaje de mayor complejidad y relieve. Encarna la autoridad familiar, como tutor de don Carlos, por el que siente un profundo afecto. Es un hombre sensible que sacrifica sus deseos en aras de lo racional.
Doña Francisca es un personaje que se debate entre la obediencia y el afecto a su madre y el amor a don Carlos. Es una joven inocente, educada en un convento de monjas, incapaz de contradecir a su madre.
Don Carlos aparece caracterizado por su talento, instrucción y su subordinación al deber filial.
El sí de las niñas es, pues, una comedia de costumbres, que propone una moral practicable, se atiene a las pautas neoclásicas y ofrece perspectivas ilustradas.
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