domingo, 12 de diciembre de 2010

Tema 5 La Generación del 98

Hay un acontecimiento histórico sobre el que gravita la realidad de lo que se llamado generación del 98, o lo que más propiamente deberíamos denominar movimiento noventayochista, que entronca con el movimiento modernitas, pero que tiene unas peculiaridades, que en España, sobre todo, adquirieron gran empuje y difusión.

Por otra parte, el 98 es un acontecimiento histórico que en sí no es tan significativo como lo que subyace en él: el propósito regeneracionista que venía gestándose en la sociedad y cultura españolas. Los escritores regeneracionistas, entre los que destaca Joaquín Costa, fueron los antecedentes inmediatos de la generación del 98. Es un regeneracionismo fundamentalmente ideológico, económico y político, que conectó con los propósitos reformadores de la nueva estética modernista.

En general, cuando hablamos de la generación del 98 nos referimos a un grupo de escritores nacidos entre 1864 y 1875 a los que unía un fuerte sentimiento de frustración por la forma en que se habían liquidado los últimos vestigios del imperio español. Compartían las ideas del pensador alemán Schopenhauer, basadas en el pesimismo desencantado que provoca la angustia vital y el rechazo a la literatura de corte realista.

Pedro Salinas, poeta y ensayista de la generación del 27, en un ensayo, sostiene que estos escritores reúnen todos los requisitos para poder hablar de ellos como un grupo generacional: el nacimiento en fechas cercanas, la formación a través, fundamentalmente, de lecturas, las relaciones personales de amistad, y la presencia de un guía intelectual: el existencialismo de Schopenhauer y Nietzche.

A partir de 1913, fecha en la que Azorín utilizó el concepto de Generación del 98 para referirse a los nuevos escritores de esta época, se extendió la distinción entre los escritores que se refugiaban en el esteticismo como rechazo del mundo, a los que se les dio el nombre de modernistas, y aquellos que, como Unamuno, Baroja y el propio Azorín, mostraban una actitud crítica ante la realidad, defendían la necesidad de cambios y adoptaban, a veces, un compromiso social y político. Estos últimos constituían la generación del 98. En realidad, la distinción no es tan evidente, ya que los escritores de ambos grupos mantuvieron una relación constante, tanto personal como literaria.

Modernismo y 98, independientemente de que sean considerados un único movimiento artístico o dos manifestaciones literarias diferentes, tienen algo en común: una intención de renovar la literatura hispánica del siglo XX en todos los géneros. No obstante, la poesía va a estar más relacionada con los escritores modernistas, y la novela y el ensayo con los del 98.

La mayoría de los escritores tienen en común su actitud rebelde frente a los valores burgueses, ante los que adoptan diferentes posturas: el socialismo de Unamuno, el anarquismo inicial de Azorín, el carlismo de Valle Inclán. Tras su juvenil radicalismo, algunos de estos escritores defienden un nuevo mito: Castilla, en la que ven la esencia española y donde buscan valores antiguos en trance de desaparecer. El gusto por refugiarse en el pasado se advierte en el motivo de la ciudad muerte. No por casualidad es Toledo escenario de dos de las novelas más representativas de principios de siglo: Camino de perfección de Baroja, y La voluntad de Azorín. Les interesaba la realidad de las gentes sencillas, los sentimientos de las personas humildes que con su trabajo cotidiano dan vida a los pueblos; rechazaban la historia oficial. La religición fue una de las sus grandes preocupaciones. Criticaban a la jerarquía de la Iglesia y se dirigían a Dios, angustiados, preguntándose por la vida y la muerte. Las preocupaciones existenciales son recurrentes en las obras de casi todos ellos.

Los escritores del 98 cultivaron todos los géneros, aunque fue en la prosa en la que alcanzaron sus mejores logros.

En 1902 aparecieron cuatro títulos que suponen una concepción nueva de la novela: La voluntad de Azorín; Camino de perfección de Baroja; Sonata de otoño de Valle Inclán; y Amor y pedagogía de Unamuno.

Todas tuvieron un aspecto en común: el deseo de renovar la prosa castellana, anclada en los modelos decimonónicos.

Las obras más destacadas de Azorín son: La voluntad, Antonio Azorín ,Las confesiones de un pequeño filósofo, Los pueblos y Castilla. Las tres primeras son novelas peculiares, próximas al ensayo, que dan rienda suelta a sus reflexiones diversas y a evocaciones del paisaje, enlazado con un tenue hilo argumental. Los otros dos son colecciones de artículos y relatos que rememoran viejos recuerdos, o antiguas lecturas.

Pío Baroja se dedicó casi exclusivamente a la novela. Para él la novela es un género en el que cabe todo: desde la reflexión filosófica o psicológica a la aventura, la crítica, el humor, etc.

Todo ello aparece en su obra, aunque su reverencia por la acción determina la preferencia por temas de aventuras. Sus protagonistas suelen ser seres inadaptados que suelen fracasar en su lucha vital. Es muy importante también el diálogo, sencillo y verosímil. En su estilo destaca, además, la maestría en la descripción. Destacan en muchas de sus novelas características propias del folletín: temas de aventuras, gusto por los bajos fondos o presencia de héroes tópicos.

El autor organizó sus obras en trilogías. Se suelen dividir en dos etapas. La primera se caracteriza por la variedad temática. Incluye alguna de sus mejores obras como Camino de perfección , El árbol de la ciencia o la trilogía “la lucha por la vida”. En la segunda etapa se observa el predominio del relato de transfondo histórico. Destacan Memorias de un hombre de acción.

Para Miguel de Unamuno la novela era un medio de interpretar la realidad. El ellas desarrolla los temas que le obsesionan. Sus novelas se centran en el conflicto íntimo de los personajes, generado por una estricta trabazón familiar.

Comenzó su producción con Paz en la guerra. Niebla, subtitulada “nivola”, presenta la lucha contra el determinismo, a través del enfrentamiento de su protagonista, Augusto Pérez, y su creador, el novelista. Abel Sánchez trata el tema del cainismo hispánico, es decir, al odio fraticida de origen bíblico basado en la envidia. San Manuel Bueno, mártir plantea el tema de la pérdida de la fe, a través de un cura rural que sustituye su falta de fe por la voluntad de creer. También es importante su producción ensayística con obras como La agonía del cristianismo, Del sentimiento trágico de la vida. También escribió poesía, destacando El Cristo de Velázquez.

En el teatro, aunque hubo intentos fallidos de renovación, fue determinante la aportación de Valle-Inclán.

Las primeras obras de Valle Inclán entran dentro del modernismo. Destacan, sobre todo, las 4 Sonatas y Flor de santidad. En verso destaca La pipa de Kif y en teatro Comedias bárbaras, Divinas palabras, que culminan en la gran innovación que supone el esperpento con Luces de bohemia. Valle se alejó del teatro simbolista con la incorporación de personajes con lenguaje y actitudes realistas, tratados de forma irónica. Su teatro evolucionaría con el tiempo hasta llegar a la gran renovación que supuso el esperpento.

Destaca, además, la alta comedia decimonónica que deriva en la comedia burguesa o de salón. Surgen nuevas tendencias afines al modernismo. La obra de Jacinto Benavente se vincula a la estética simbolista, aunque luego evolucionó hacia un conservadurismo estético e ideológico. Otra tendencia de raíces modernistas es el teatro poético. Con el tiempo evolucionó hacia un teatro histórico en verso que renuncia al cosmopolitismo para replegarse en el casticismo. A esta línea pertenecen Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.

Por lo que se refiere a la poesía, habría que añadir dentro de la generación del 98 parte de la producción de Antonio Machado, a partir especialmente de su obra Campos de Castilla. En prosa destaca su obra Juan de Mairena.

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