lunes, 21 de febrero de 2011

comentarios nº 1

Actividades
1ª. Subraya las ideas más importantes de cada párrafo y esquematiza a la derecha las ideas que se desarrollan.
2ª. Haz un resumen.
Recuerda:
a) No repetir literalmente ningún pasaje.
b) No hacer valoraciones personales sobre lo leído.
c) No utilices fórmulas como: el texto trata de... el autor dice que...
3ª. Estructura.
Recuerda: Se trata de describir su estructura, enumerar las ideas contenidas en él y analizar la relación que guardan unas con otras. Hay que desvelar cómo se ha estructura el texto para expresar justamente lo que dice, para persuadir al lector de la veracidad de su tesis, etc., según sea el propósito comunicativo en cada caso. Importante observar la relación existente entre las ideas. Distinguir entre ideas principales y secundarias y cómo se subordinan unas a otras.
4ª. Tema.
5ª. Analiza morfológicamente las siguientes palabras: pastillas, suecas, cafeína.

En el último número de Cáñamo aparece una noticia que alecciona sobre los pros y los contras de las prohibiciones en general y el prohibicionismo obsesivo en particular. Los hechos a los que se refiere tienen lugar en Escandinavia, a caballo de dos estados: Suecia y Noruega. En las farmacias suecas se pueden comprar pastillas de cafeína, como en España. Aquí tenemos, por ejemplo, Durvitán, pastillas de 300 miligramos de cafeína que, según confiesan los farmacéuticos, compran sobre todo los camioneros, una noticia que da pánico porque demuestra lo poco que se cumple la normativa sobre las horas mínimas de sueño que deben cumplir los conductores profesionales. Pero, en fin, volvamos a Escandinavia. De hecho la cafeína no es más que un alcaloide que estimula, da una cierta energía, despierta y permite aplzar la hora de irse a dormir. Normalmente tomamos cafeína al beber café o té-el diccionario da teína como sinónimo de cafeína-pero quien, por lo que sea ( por prisa o por no tener a mano ni una cafetera ni un bar), no puede tomarse su tacita, pues compra pastillas de cafeína y el resultado es el mismo.

Al ser un producto legal, de venta libre en farmacias sin necesidad de receta, los suecos no sienten especial interés por él, ni siguiera los jóvenes. Algunos toman cafeína en pastillas pero la inmensa mayoría prefiere tomar el café en taza y sorbo a sorbo. No sucede lo mismo en Noruega. En Noruega la venta libre de pastillas de cafeína es tá prohibida. Haberlas haylas, pero para que las vendan hay que llevar una receta de un médico. ¿Qué sucede entonces? Algo sintomático: que los jóvenes noruegos se pirran por las pastillas de cafeína. Porque es tán prohibidas.

El resultado es que entre un país y otro han montado un tráfico fenomenal. Los noruegos pasan la frontera en dirección este, llegan hasta el primer pueblo, invaden la farmacia, compran todas las pastillas de cafeína que pueden y regresan a Noruega, dispuestos a atiborrarse de ellas las noches de juerga. Cáñamo explica que un farmacéutico de Stromstad-una pequeña localidad sueca, fronteriza-declara vender mensualmente cincuenta y siete mil tabletas de cafeína, solo a jóvenes noruegos.
Como era de esperar, las autoridades de Noruega están indignadas y los departamentos de Sanidad se pasan el día explicando lo peligrosa que es la cafeína y el riesgo de disfunciones cardíacas e incluso de muerte por sobredosis. Mientras tanto, como en su país es de venta libre, los jóvenes suecos toman alguna taza de café y punto. Con normalidad, sin obsesionarse. Es una situación excepcionalmente aleccionadora, porque demuestra con claridad cómo las prohibiciones no hacen más que aumentar el deseo hacio lo prohibidi, incluso generarlo. Como sucedió con el alcohol en Estados Unidos durante la ley seca. Como cuando escondíamos las novelas entre los libros de texto, porque en casa no nos dejaban leerlas- “¡Acabarás idiota de tanto leer novelas!-y en cambio ahora, como en la escuela obligan a leer alguna, a pocos les apetece.

Por una inexpugnable regla de tres, convertir algo en ilícito crea de inmediato un mercado subterráneo para abastecer una demanda que, de no exisitir la prohibición, sería menor o no existiría.

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